México inicia un nuevo ciclo político que será decisivo para la Comunidad Internacional. Los últimos años de López Obrador al frente de un país tan estratégico para el continente americano y para Europa, dejan mucho que desear para la potencialidad global que tiene México y su repercusión en el desarrollo económico, social y medioambiental de 127,5 millones de mexicanos.
La situación geopolítica de México, su fuerza económica, la desbordante cultura y su histórica experiencia internacionalista, le convirtieron en un jugador central en la resolución de conflictos militares, en el desarrollo de las instituciones multilaterales y el impulso de la filosofía latinoamericanista moderna.
La historia de México es la historia de la construcción de la comunidad internacional contemporánea. Su relación con EE. UU. y Canadá, tanto a nivel comercial como en materia migratoria o en la lucha contra el crimen organizado. El acompañamiento a los procesos democráticos centroamericanos y el equilibrio del continente con el caribe. El liderazgo regional con países como Brasil, Argentina o Chile. Su posición estratégica ante crisis regionales con regímenes como el cubano o venezolano. La relación atlántica con Europa y especialmente con España. El impulso de la Conferencia Iberoamericana en 1991 entre Salinas de Gortari, Felipe González y Juan Carlos I. Son decenas los ejemplos del liderazgo internacionalista mexicano a lo largo de las últimas décadas.
En diciembre de 2018, el Presidente Enrique Peña Nieto cedía el testigo al Presidente López Obrador. El populismo de izquierdas en el que AMLO había basado su campaña en el ámbito internacional culminó con la venta del avión presidencial al Gobierno de Tayikistán, aumentando las restricciones para que los funcionarios asistan a los foros internacionales y asumiendo personalmente el posicionamiento exterior desde la capital. El resultado es que México ha perdido mucha influencia política en la región, en el espacio iberoamericano y en su relación con potencias como EE. UU. y la Unión Europea.
La llegada de la primera Presidenta de México, Claudia Sheinbaum debe ser una oportunidad para relanzar el liderazgo internacional mexicano y abandonar el populismo aislacionista de AMLO. El impresionante resultado de la ex alcaldesa de CDMX (Claudia Sheinbaum → 26.828.045 votos (58,7%) Xóchitl Gálvez → 12.942.229 (28,3%)) le debe dar la libertad de armar una administración y una cancillería que asuma el rol protagónico que debe tener México en el mundo.
La alianza que lideró Gálvez entre los partidos tradicionalistas PAN, PRI y PRD deben iniciar una profunda reflexión para ver cómo convertirse en una alternativa política de futuro. En ese camino los partidos del centro derecha latinoamericanos y europeos deben sumar sus esfuerzos de manera inmediata. México sufre unas deficiencias estructurales que apuntalan la desigualdad, sólo superada por Mozambique y la República Centro Africana, con 47 millones de mexicanos en situación de pobreza, un 36,3% de la población. La violencia interna, con un número de asesinatos y secuestros más propios de países en conflicto, o los dramas de la migración forzosa y el narcotráfico, son losas para el desarrollo social de México. Las soluciones de la política interna deben ser parte de pactos de estado integrales y la propuesta internacional también, si la nueva Presidenta asume una izquierda más similar a la de Boric en Chile que a la de Bolivia o Venezuela. Para lograrlo, Claudia Sheinbaum deberá cortar cuanto antes el cordón umbilical que le une a AMLO e iniciar su ciclo político con independencia y liderazgo propio.
En cualquier caso, los actores del centro derecha iberoamericano deben iniciar un análisis frente al deterioro del sistema de los partidos tradicionales en la región. Caer en la trampa de construir partidos ad hoc en función del liderazgo del momento, no dará la estabilidad para los proyectos políticos que requiere América Latina. En ese camino los programas sobre el fortalecimiento institucional y defensa de la democracia serán claves en el futuro, así como la labor que puedan impulsar el Congreso de los Diputados, el Senado y los partidos tradicionales de España como el Partido Popular y el Partido Socialista.
Un México fuerte, seguro y democrático es fundamental para España, tanto a nivel político, para poder compartir liderazgos internacionales urgentes, como a nivel económico por los miles de lazos empresariales que nos unen. Debemos confiar en México y debemos apoyar a México, va a ser clave para el futuro de la democracia.