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El 22 de septiembre de 1999 la cadena americana NBC emitió el primer capítulo de la serie El Ala Oeste de la Casa Blanca (The West Wing). Se cumplen 25 años del inicio de una mítica serie que ha marcado la política estadounidense pero también, la inspiración política de toda una generación de cafeteros políticos, entre los que me incluyo.

Hace unos días arranqué un nuevo tránsito por la serie. El quinto tránsito para ser exactos, desde que me enganchara a los primeros capítulos sueltos que emitían en la televisión por el año 2004. Corría esa época en la que aún uno veía la televisión de canal en canal para ver qué echaban sin la inagotable oferta actual de las plataformas.

Los diálogos en momentos de tensión interna, los dilemas sobre política internacional, las aproximaciones ideológicas a los temas complejos, el rol técnico que juega cada miembro de un equipo político o las estrategias programáticas para lograr los resultados, hacen de la serie una de las mejores escuelas para la introducción a la política.

Muchas personas dicen que la política real nada tiene que ver con la serie, yo en cambio sí veo grandes semejanzas. En cualquier caso, y por encima de los parecidos razonables entre las vivencias reales y las ficticias, hay una propuesta aspiracional que debería marcar los ciclos que vive la política, especialmente en momento de podredumbre y crispación constantes como lo que vivimos.

Si tuviera que decir cuál es para mí la mayor riqueza de la serie el Ala Oeste de la Casa Blanca, diría que es su apuesta por la defensa de la democracia. La democracia como el gran valor de la política que articula todo el sistema social de convivencia. La democracia como clave de bóveda de la paz, la libertad y la defensa de los derechos humanos.

La democracia como razón del modelo de sociedad contemporáneo y muro de contención del autoritarismo y la tiranía.

Mientras vuelve ese inspirador espíritu a la política cotidiana, me sigo refugiando en los Sam, las CJ, los Toby y los Josh que conozco. Existen y quedamos de vez en cuando. Con una tortilla de patatas o con un sushi, y nos llenamos de ilusión y paciencia con todo lo que imaginamos y discutimos, siempre con el mismo propósito de mejorar el mundo. Volverá la gran política y nos volveremos a emocionar. Eso espero y eso deseo.